Hace tres meses y algunos días, durante una misa vi a una pequeña mujer llena de fortaleza, su rostro estaba cubierto de lágrimas, pero de sus ojos manaba una paz que pocas veces he podido ver... la vi nerviosa y ansiosa, era como aquella mujer que prepara un banquete para los comensales mas refinados, como aquella dueña de casa que no se reserva nada para sí...
Poco tiempo estuve sentado
a su lado, pero ese poco tiempo reflejaba toda una vida, luego fui separado de ella y sentado en otro lugar, mire hacia atrás y la he visto sollozar en silencio, con la mirada en alto, firme, ya no a mi lado, sino tras de mí...
Recuerdo la primera vez que leí de otra mujer, una que fue capaz de vencer a su propio hijo, por servir en loq ue poco o nada tenía que servir... una orden bastó para que toda una historia comenzara; años mas tarde la misma mujer, ahora herida y sufriente, pero como siempre viva, fuerte y segura... el que portó en su seno cumpliría lo que habia prometido... ella se desprendía de su don, de su promesa, promesa que ahora veia elebada sobre la multitud... MUJER, HE AHI TU HIJO... HIJO, HE AHI TU MADRE... ella llora, pero comprende el mandato final... la maternidad al extremo, no perdia un hijo, sino que ganaba una multitud de estos, que sedientos buscaban el amor de la Madre... podia negarse o no, optó por parir una vez más en medio del dolor de ver morir al fruto de su vientre... ahora su corazón desgarrado era el útero que daba la vida a una multitud... María.
Cierto día, caminando por el centro de Concepción, cuando yo era aún un niño, un hombre cubierto de arapos llamó a mi madre y le dijo, mamá, deme algo de comer... me indigné, me dije, si es MI mamá, este que se vaya y busque la suya, pero ella soltó mi mano y le dió lo que tenía...
el día en que profesé volvi a recordar, entendí que ya no era mi madre, ni yo su hijo, sino que era la madre de todos los que yo tomé por hermanos... ella entregó a su hijo a las manos de quien se lo había prestado... y Dios, le habia dado por uno que ella entregaba, una multitud de otros que le necesitaban...
Qué don mas grande, ella, mi madre, era ahora aquella mujer de Nazareth... ella acogía por mi a cuantos yo tomaba por hermanos, ella se hacia madre universal con la única madre de la iglesia y de la humanidad... debo aprender de ella el no negarme, sino el darme, aprender de ella a perdonar y a amar, simplemente por amar... que humildad, Señor, la que pones en su frente como corona, como premias el desprendimiento y como llenas el nido que ha quedado vacío...
Entro junto a mí, de mi brazo... luego me entregó y paso al plano del silencio, del amor silencioso que todo lo llena...
Dame, Señor, el ver en cada madre a la mía, dame el venerarlas cual si fueran una sóla, dame su humildad y su renuncia, dame, Señor, el poder decir, hágase como has dicho... déjame confiar como ella confía, aún a riesgo de salir lastimada... y nunca dejes que ella deje ser imagen de tu madre, que sólo así yo podré ser imagen de tu hijo...
La madre de un religioso, de un sacerdote, de quien consagra su vida al Señor, es hoy la imagen de María, por sobre pecados y temores, es la imagen de la renuncia, es la razón del servir...
Gracias madre, por ser mi Madre... por no negarme, por aceptar la maternidad que el buen Dios te dío, una vez más, como tantas, lo que soy, lo soy por que tú lo fuiste primero...
Shalom lej Mariam
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